Veintiseis minutos con los ojos cerrados, un incienso en mano, recorriendo el camino compartido, dando Gracias, sobre todo Gracias, sonriendo para comenzar a escribir sobre lo que Es...
Aquí Estoy: El silencio de la madrugada me llena de infinita gratitud, por rozar sus manos, por coincidir en el camino... Por aprender y ayudar, por lo que recibo y doy... Por el ir y venir de una energia que cada vez que trato de definirla, se tranforma... Por la libertad entre su mirada y la mía, por la verdad...
Sucede que la he observado mucho... No lo suficiente, de eso estoy seguro. Pero lo bastante como para saber definir que se alimenta de delicadeza y alegría... Sirvo un café con vainilla, compartimos por un momento, la veo y brindo por la belleza en su sonrisa, por el aliento que transita bordeando cada milímetro de su piel... Por la vida, por como se manifiesta en sus ideas, emociones y palabras...
Con cada uno de sus sorbos soy víctima de la suavidad que la caracteriza, sus ojos ven desafiantes, mi alma se llena con la paz que el café deja en su mirada... Ella sonríe, Amo saber que el choque entre su espíritu y el café provocaría una sonrisa... Sorbo a sorbo va avanzando hasta llegar amando el último trago que compartimos esa mañana... El café que sella lo que ella Es.
Momento de alegría, paz, libertad, deseo, entrega... Momento para reflexionar sobre lo mucho por lo que hay que agradecer, por lo encontrado, por el camino que sigue y que en algún momento se sella en un abrazo profundo... Que se vuelve un libro abierto sobre años que la han convertido en el ser humano que Es...
Un café con vainilla de paz, para dar gracias porque Existe, Es, Respira... Y porque una que otra mañana hemos compartido miradas transparentes y felicidad. Por los años que han pasado, por el momento que Es, por lo que ha de venir...
Desearle, después de ese café... Lo mejor para el camino, las más grandes bendiciones Mujer Café Vainilla, grandes alegrías...
Felicidades... Y gracias Hoy y Siempre.
Saravá Natalia.
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