Hay mucho que tomar en cuenta de ellos, no todo se trata de arrancarles la Vida, si no de aprender...
"Llegan" a un lugar... -Algunos desde "el inicio" no nos necesitaron- armaron sus proyectos, los planearon pacientemente. Observan, analizan el entorno... Pasan días, semanas... Sienten la corriente de aire, observan el flujo del agua. Nos miran y piensan: "¿Qué puedo hacer para agradarlos?". Así comienzan a crecer.
Los proyectos de Vida de los árboles no son como los nuestros: Casi efímeros. Ellos creen en la eternidad y en base a eso trabajan, echan tantas raíces como pueden y tratan de dar lo mejor -Nosotros no!, no creemos en proyectos perdurables, creemos enfermizamente que todo se acaba y en función de eso buscamos robar lo que sea necesario... Explotamos lo que nos rodea; cuando la muerte llega, ya hemos acabado con todo lo que nos quiso ayudar a crecer como seres humanos-.
Después de echar raíces, los árboles firman un acuerdo con el aire. Le dan un mensaje, y con el ir y venir obtienen una respuesta. Se llenan de nidos, están contentos, logran un propósito, y por ello cuidan a las aves, les sirven en todo lo que sea posible. Los árboles creen hacer un acuerdo con nosotros, ellos creen en los valores y por eso nos dan lo más precioso: El oxígeno y la Vida. -Ahí estamos nosotros siguiendo con "nuestra constante lucha"... Peleamos con lo que sea y por lo que sea. No creemos en nada, en ocasiones... Ni en nosotros mismos-.
Los árboles siguen afanados, contentos por lo que van logrando y conscientes de que hay tiempo para todo; y sobre todo que aún faltan muchas cosas por hacer. Algunos nos observan más que otros, se preocupan... Es entonces cuando deciden firmar otro acuerdo: Ahora con el Sol y la Luna. Los árboles pasan una larga etapa pintando en su interior, aprendiendo del Tiempo; tanto les enseñan los astros que llegan a explotar de alegría llenándose de flores de colores. Nos ven pasar, el viento sopla... Es una sinfonía de Vida. No nos damos cuenta, solo vamos de largo...
Los árboles se apresuran. Hacen otro acuerdo: Ahora con pequeños seres casi invisibles. Estos juegan por los senderos que han formado los árboles con el paso de los años y los llenan de texturas y más color... Abajo, vamos nosotros. No somos capaces de imaginar todo lo que ha tenido que suceder para que lo que tenemos enfrente sea posible. Vemos y decimos: "Que bonito se ve." Y seguimos nuestro camino. Los árboles se conforman con eso y siguen su Proyecto de Vida, ellos creen que no necesitan más y siguen entregándonos todo por verdadero Amor. Nosotros, llenos de orgullo vemos como nuestras construcciones no sirven de nada, todo se desmorona. No logramos "las cosas que queremos". Prostituimos cada vez más ese espejismo mal llamado "vida". Nos concentramos en culpar a los demás. No asumimos nuestros errores, mucho menos velamos por corregirlos. Seguimos corriendo, tomando decisiones apresuradas, culpamos a quien sea y como sea... En todo momento, en cualquier lugar. Es entonces que vemos llenos de ira a los árboles -jamás estuvimos más decididos-. Ellos nos miran y son perfectamente conscientes de todo lo que nos ha pasado para que estemos así, en ese preciso lugar. Corremos, llegamos a la primera ferretería que se nos cruzó en el camino. En un momento estamos frente a los árboles levantando la bandera de la muerte. Estamos muy acostumbrados a hacerlo. Llenos de odio, queremos acabar con ellos. Creemos apasionadamente por primera vez en algo -aunque sea erróneo-: "Que ellos tienen la culpa y que son nuestros obstáculos... Que no sirven para nada... Que da igual una rama más o una rama menos, o arrancarlos de una vez por todas desde la raíz". Estamos cegados. Los espejismos que mal llamamos "vida" nos tienen prisioneros.
Los árboles cercanos lloran. El cielo observa, se torna gris... Totalmente amargo, llora sin poderse contener. Las aves cantan agónicamente queriendo hacernos reflexionar... Los polluelos ya en el suelo se unen... Es una canción fúnebre.
Nosotros no escuchamos nada. No somos capaces. Estamos cegados. Solo escuchamos la sierra, gritos y disparos. Ese es nuestro lenguaje, eso es lo que hemos "construido". No creemos en la Vida; y cada vez que podemos la cortamos de raíz.
Ahí están los árboles agonizando en el suelo, haciendo un último acuerdo: Esta vez con la tierra. Pidiendo que se nos perdone y que sus restos sirvan para otro ser Vivo. Desde ahí nos ven fijamente, saben que no estamos conformes... Agonizan, gritan, lloran... Se retuercen! porque no nos comprenden...
¿Cómo podrían hacerlo?, para ellos la Vida es Sagrada y Eterna. Para nosotros, incluso tratándose de nuestros hijos, solo es cuestión de un "teléfono de moda", una "tablet" o una "ipad": "que se entretengan en lo que sea! y que no nos molesten en nuestra amargura!". A eso es lo que llamamos "vida".
La tierra nos castiga y no reaccionamos. La tierra abraza a los árboles caídos y se une a ellos. A algunos les da "una nueva oportunidad", es entonces cuando pequeñas raíces comienzan a crecer nuevamente, las ramitas temerosas con tonos verde lima... Un milagro único. Van despacio para no llamar nuestra atención. Nosotros no podemos entenderlo: Jamás podremos acabar con la tierra. Pero ella con nosotros si. Solo es cuestión de tiempo..."
Los árboles pueden pasar miles de años así, porque en su Proyecto Perfecto, caer es solo una parte del Proceso. Los árboles aprenden con cada caída y buscan un nuevo camino. Con el Tiempo aprenden a "no estorbarnos". Aprenden que nuestra ira no tiene límites... Viven y mueren por nosotros.
Nos saludan hondeando sus hojas cuando vamos de paso, pero nada nos importa. Solo queremos seguir destruyendo lo poco que tenemos.
Nos creemos mejores que todo: Mejores que nuestra familia, mejores que nuestros hijos, mucho mejores que nuestros "supuestos amigos"... Mejores que Dios, mejores que la Tierra. La verdad es que somos lo peor de todo, los más inconcientes. Unos destructores y egocéntricos que mal gastan el poco tiempo que tienen en culpar a otros de sus propias decisiones... Algo es seguro: Cuando caigamos, después de todo lo que hemos echo, la Tierra no nos dará una nueva oportunidad.
Jorge A. Merino
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