El momento perfecto acariciado por la brisa tibia... El silencio, compañía y destino... El instante de eternidad que deseo llevado de la mano por el instinto que busca dejar de ser un borrador más.
Tu cuerpo de pasado disfrazado de horizonte se marcha como nube, como sol, como infinito... Tu mirada de paz, amor y ternura se vuelve desvelo y ansiedad en mis noches.
Los caballos corren en mi pensamiento moribundo, mi puerta se llena de cansancio esperando una desconocida y tu te vuelves susurro... suave y tierno como la esencia de la madrugada. Observo la danza de los reflejos y la neblina que se aman hasta cantar en la madrugada.
El vacío de adentro seduce al vacío de afuera, la deseo cada vez más en mis manos creadoras, en mis besos sinceros y en mis verdades de amor... Las aves migratorias se llevan la oración improvisada que hago todos los días, y la espera por darle un nombre continúa.
Las pasarelas y estaciones de bus que lo llenan todo... La cueva que abrió el tiempo en mi cuerpo, mi alma seleccionando otro boceto bajo la luz tenue de una vela que define el camino a seguir, para que las quimeras que luchan por verte tengan donde llegar...
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Estoy aquí. Después de años mi aliento reconoce un nuevo aliento, mis manos esperan con ansias, mi alma viaja agradecida. Recorro un camino donde en cada paso firme hay una razón más para seguir y donde la puerta que estaba cansada permanece abierta, dejando entrar el frío nocturno que congela los huesos pero no mata, sino que fortalece y recuerda lo ser humano que soy, y lo tanto que vale la pena encender la vela mientras se espera que ella vuelva.
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Jorge Merino
Café.
Escrito en 2007. Reescrito en 2011.
Gracias! Totales!
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