Me encantó que el sol iluminara tu piel, haciéndola parecer un diamante… preciado… hermoso.
Me encantó ver tu sonrisa hacia la ventana, sobre todo porque se perfectamente que no se puede ver nada desde afuera… Me gustó la expresión de seguridad que te acompañaba, verte y sentir que sabías que estaba aquí esperándote en la mesa del fondo, pendiente de tu llegada…
Me encantó saber que te habías arreglado para mí, sentir el conflicto de tener que explicarte porqué luzco tan diferente el día de hoy…
Sentir tus pasos removiendo las hojas, verte saludar al vigilante anciano de la entrada después de haberlo hecho tantas veces… Cada tarde cuando venía sonriendo a esperarte…
Sentir tu mano sobre la puerta, tu fuerza delicada, tu luz y tu aroma… Sentir tu mirada sobre mí, mostrando tanto interés como el que siente mi interior por ti…
El camino desde la puerta hasta la mesa es el que más he disfrutado en toda mi vida hasta hoy, aunque al verte siento que podré disfrutar cada día más gracias a ti…
Por más que lo había intentado, llego a la conclusión que no logré imaginar tu olor exacto… Tu mirada llena de felicidad le dio un toque especial al momento…
Abrazarte… sentir que detuvimos el tiempo, sentir que tus manos se negaban a soltarme… volver a sentir ese sentimiento extraño que a todos nos llena de vida…
Que el entorno perdiera relevancia, gozar de tu forma de hablar… de tomar el café… aprender a asimilar cada característica en tu cuerpo… en tu aura…
Sentir tu paz, verte jugar con el cabello y sentir la necesidad de examinar el tirante de tu blusa, imaginar la textura de tu piel y el contraste con la tela de tu falda…
Sentir tu mirada examinando mi pensamiento, invitando, acercando el mundo para mí…
Esperé mucho poder decirte “hola”… no imagino decirte “adiós”…
Amo sentir tu temperatura, tan cambiante… Tan complementaria a la mía…
…“que se realice contigo…”
Jorge A Merino
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